Fábulas: A todos los humanos

La lección que tuvo un alto precio

GERUNDIO


Una señora tenía una hijita de 4 años a la que no estaba enseñando que las personas debemos tener límites y debemos respetar los derechos de los demás y respetar también los derechos de los animales. Por eso la niña era muy desobediente y se portaba muy mal. En la casa vecina vivía una señora que tenía un periquito, no lo tenía en jaula para que no se sintiera preso ni se pusiera triste.

Sucedió que por motivo de trabajo, la dueña del ave tenía que ausentarse de su casa durante unas 2 ó 3 semanas, por lo que suplicó a su amiga vecina que se hiciera cargo de cuidar a su mascota. La Sra. aceptó con mucho gusto y el periquito fue llevado a la que sería su casa por aquella temporada.

Como era un avecita libre, su dueña lo puso sobre el espaldar de una silla y explicó a su amiga que su mascotita no estaba acostumbrada a malos tratos, ni amenazas o gritos y mucho menos a golpes. Diciendo esto, se despidió de su ave y de su amiga, y regresó a su casa para preparar su viaje.

Cuando la niña entró y vio al aveci-ta en la silla se acercó para observar-la; despacio, extendió su dedito índi-ce y lo acercó a la patita del periquito que estaba muy tranquilo. Lo tocó una y otra vez, pero el animalito co-menzó a incomodarse y al poco rato, dio un chillido. La mamá de la niña, al verla le dijo: “-No molestes al pe-riquito. Déjalo tranquilo, míralo pero no lo toques-”.

La niña desobediente esperó que su mamá se fuera para seguir molestan-do al pobre animalito que ya estaba inquieto. Al poco rato, la cruel niña fue a buscar un gancho para colgar ropa y le empezó a tocar la cabecita, pero luego le dio golpes más fuertes, al punto que el ave muy asustada, ex-tendió sus alitas, saltó de la silla y vo-ló en círculos. La malvada niña daba saltos en su afán por golpear a la de-sesperada ave.

Después de un rato de huir del gancho amenazador, el asustado animal cayó sobre la mesa del comedor, entonces la niña le dio un fuerte golpe con el extremo del alambre y le sacó un ojito. Al ver la sangre y oír los chillidos de su víctima que batía sus alitas revolcándose sobre la mesa, la niña salió corriendo y se metió deba-jo de su cama. La mamá de la niña llegó rápido y encontró al ave ensan-grentada. En ese momento comprendió que no estaba enseñando a su hija el importante valor del respeto hacia los demás, incluyendo a los animales. Levantó al periquito y lo limpió, pero estaba cieguito de su ojo. Cuando la dueña del ave volvió, la Sra. tuvo que dar muchas explicaciones. Pero des-de aquél día, comenzó a corregir a su hija como es debido cada vez que se portaba mal.

Así, aquella niña aprendió la im-portancia y el verdadero valor de la vida, tanto la de los humanos como la de los animales.

Moraleja: Si queremos un mundo mejor, hay que empezar por educar a los niños ahora.

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