[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Las redes sociales


Las redes sociales en Internet se han constituido en una de las mayores manifestaciones de la libertad de expresión. Puede que alguna gente se exceda en sus apreciaciones o juicios, pero la mayor parte de sus usuarios son jóvenes que están asimilando la vida de los mayores, unas veces pueden ser satisfactorias, otras indiferentes, pero hay también la posibilidad de que encuentren suficientes motivos para suscitar su contrariedad e indignación, al punto que se sientan impulsados a reaccionar contra ellas.

Este es el abanico de la libertad de expresión, cuanto más consistente, adquiere mayor autoridad y aprecio. Los únicos que pueden discrepar con su existencia son aquellos que actúan indebidamente, sea en la función pública o social. Por lo demás, no hay por qué temerles, menos pretender menospreciarlas, regularlas o suprimirlas.

Por todo lo que se conoce sobre los efectos de las redes sociales, existen suficientes motivos para salir en su defensa. Lo más trascendente es que pueden ser útiles en lo público y en lo social. Aunque, como es comprensible, unas veces pueden hallarse en consonancia con las conveniencias de unos u otros, o simplemente ser contraproducentes para determinados intereses políticos y económicos.

En efecto, como en muchos otros quehaceres de la vida humana, tienen sus virtudes y sus falencias. Pues, simple y llanamente recogen la diversidad de comportamientos individuales y colectivos.

Entonces, no hay por qué extrañar que ello alcance la publicidad en las redes sociales. Los únicos que pueden temer, en todo caso, son aquellos que cometen excesos en la administración del poder público, al mismo tiempo de los que atentan contra las buenas costumbres y los valores sociales.

Si todo esto adquiere conocimiento público, puede que sirva para enmendar, corregir e inclusive rectificar o eliminar inconductas que repercuten en la vida de los pueblos y hasta en los intereses de alcance nacional.

Cabe anotar, en esta oportunidad, que en los medios de comunicación, por ejemplo, existen los que ofrecen equilibrio y moderación en sus presentaciones. Empero, al mismo tiempo, hay quienes recurren al sensacionalismo y al escándalo nada más que por razones comerciales o dar rienda suelta a la publicidad, incurriendo en excesos gráficos y escritos. Esto ocurre, por lo demás, en todas partes del mundo, porque incuestionablemente forma parte de la multiplicidad de conductas privadas y públicas de los seres humanos.

Sin embargo, se presenta también la oportunidad de emitir algún consejo u orientación a quienes utilizar las redes sociales con propósitos inconfesables. Tendría que hacérseles ver que por respeto a sí mismos y al resto de la sociedad, que por sus implicaciones deben ser utilizadas apropiadamente, para no desprestigiar tan valiosos medios de expresión social.

Así, no habrá margen a que ciertas personas y autoridades se empeñen en demonizarlas y cuando se sienten con poder pretendan implantar regulaciones o suprimir su presencia en sus dominios.

Estas reacciones inconducentes sólo pueden explicarse cuando existen afanes autoritarios. Sin embargo, cabe recordarles que cuando les toca desenvolverse en el llano, no se quedan cortos para insultar, agredir y violar los derechos de los demás, con bloqueos de carreteras, aparte de lanzar afirmaciones carentes de respaldo e incluso mentiras y calumnias.

En definitiva, el mundo está poblado de ángeles y demonios, ante esta realidad es poco fructífero pretender uniformar las conductas individuales y menos intentar someterlas al gusto y satisfacción de sus conveniencias e intereses políticos y/o personales.

Al mismo tiempo, sin embargo, queda la posibilidad de desplegar los esfuerzos necesarios para enmendar políticas y conductas individuales o colectivas, de manera que puedan ponerse de manifiesto los mejores valores de la convivencia pública y privada.

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