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Siguen los accidentes en las carreteras del país

Israel Camacho Monje

La Dirección General de Tránsito no ha encontrado todavía la forma de poner fin al problema de los accidentes carreteros provocados por las flotas de transporte de pasajeros, a tal extremo que los bolivianos ya nos estamos acostumbrando a leer todos los días noticias sobre continuos accidentes de tránsito en las carreteras que interconectan a los nueve departamentos del país.

Lamentablemente, estos accidentes provocan el fallecimiento de inocentes pasajeros de distintas edades y sexos, así como dejan mal heridos a muchos de los pasajeros. Los heridos más leves podrán recuperar su salud en un corto o largo tiempo, no así los más graves, que quedarán inválidos de por vida, y serán una pesada carga para sus familiares.

Y es que, lamentablemente, la poca o ninguna educación de los conductores de flotas no les permite distinguir la gran diferencia que hay entre transportar personas humanas y transportar carga en general. Y si bien las flotas de pasajeros salen de las Terminales en algunos casos completamente llenas, en otros casos salen incompletas, lo que da lugar a que en la Ceja de El Alto se sobrepase tanto el número de pasajeros como de cargas, esto es, excediendo su verdadera capacidad de asientos y más carga máxima permitida, lo que obliga a los conductores a usar abusivamente los estrechos corredores del vehículo, que además incomodan el movimiento y la salida de los pasajeros en las paradas ya establecidas a lo largo de sus trayectos, ya sea para respirar un poco de aire puro, estirar las piernas o para realizar necesidades fisiológicas a campo abierto.

Pero lo más grave es la peligrosa competencia que existe entre los irresponsables conductores de las flotas de transporte de pasajeros, esto es, las carreras entre buses para ver quién gana la delantera y supuestamente llega primero a su destino, lo que obliga a los que están por delante, a no dejarse pasar por los que vienen detrás, y simplemente con maniobras bruscas del volante, zigzagueando de izquierda a derecha para impedir ser rebasados. Y ante la airada protesta de los pasajeros, algunos conductores de flotas si bien disminuyen la velocidad y se dejan pasar por otras flotas, y aparentemente devuelven la tranquilidad a los pasajeros, pero paulatinamente van aumentando de velocidad nuevamente y en dos por tres ya se encuentran detrás de las flotas que les pasaron.

En su intento de recobrar otra vez la delantera, por una mala maniobra del volante salen del camino, y el peso de los pasajeros y la pesada carga que llevan hacen que el vehículo se incline a un costado de la carretera, y consecuentemente se vuelca la flota de pasajeros. Por ello se tiene que lamentar la pérdida de valiosas vidas humanas, que últimamente han llegado hasta las 24 víctimas, así como de decenas de heridos, que tienen que resignarse a su desgraciada suerte.

Desgraciada suerte para los pasajeros y no así para los irresponsables conductores, que han salido ilesos y salvado sus vidas. Y ante la reacción de los pasajeros heridos, que los censuran por su mal accionar, éstos responden muy sueltos de lengua, ¿de qué se quejan, si el Seguro Obligatorio contra Accidentes de Tránsito (SOAT) va a cubrir el entierro de los fallecidos y la curación de los heridos?

Y el ciudadano común boliviano, ante la respuesta prepotente de los irresponsables conductores, no puede menos que insistir en que la Dirección de Tránsito designe un funcionario para impedir que los conductores jueguen con la vida de los pasajeros. También se permite sugerir que el SOAT designe otros funcionarios en calidad de veedores (testigos), y que ambos eleven por escrito a las instancias correspondientes un informe sobre los irresponsables conductores de flotas, cuyas sanciones de por vida serían la confiscación de sus licencias de conducir, de vehículos motorizados y, claro está, que en toda clase de accidentes, la Justicia Ordinaria siga con los respectivos procesos de ley contra todos los irresponsables conductores que provocaron la muerte de inocentes pasajeros. ¿Verdad que sí?

 
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