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Cartas del Viejo mundo

Aprendamos de nuestras derrotas

Julio Salas Benavides

Quiero hacer una reminiscencia histórica muy simple de nuestra historia y de los acontecimientos bélicos mundiales que de alguna manera impactaron a nuestra Patria, directa e indirectamente.

Las terribles consecuencias de la guerra cambian la sociedad que la vive. Muchas de ellas no tienen marcha atrás. Si algo aprendimos con la Segunda Guerra Mundial y con otros conflictos bélicos, como la Guerra de Vietnam y la Guerra Fría, es que los efectos psicológicos son tan dañinos como las bombas.

Francia sufrió la invasión alemana al igual que el resto de Europa. Gran Bretaña fue el único país que rechazó la invasión y defendió su integridad territorial, pero sufrió al ver a su capital Londres y otras ciudades destruidas, por el bombardeo indiscriminado que hizo el enemigo. Pero al igual que Francia, después del conflicto sus hegemonías a nivel mundial disminuyeron considerablemente.

Ya han pasado casi 80 años desde ese momento fatídico para la humanidad, ahora y después de tantos años, Gran Bretaña reconstruyó sus ciudades destruidas, lo hizo con ahínco y perseverancia, ahora es una potencia europea, su música y su cultura, con incontables solistas y grupos, han hecho historia y sirven de influencia para el resto del mundo.

Hablemos de Alemania. ¿Cómo fue posible que Alemania, completamente destruida y derrotada, se remontara y acabara convirtiéndose en una potencia económica mundial? Lo desgranaré a continuación. La solución se basó en una idea primordial y fue la capacidad de trabajo, disciplina y la adaptación que tuvo la población alemana después de haber pasado por tanta destrucción y pérdida humana. También después de la guerra Alemania quedó dividida en dos partes, a una parte se la denominaría República Federal de Alemania y a la otra parte de su territorio se le dio el nombre de República Democrática de Alemania. Los alemanes tuvieron que esperar hasta 1990 para su reunificación.

Con referencia al Japón, podremos decir que es un país pequeño, tiene el 70 de su territorio montañoso y escasos recursos naturales. Después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, Japón se vio al borde del precipicio, sin esperanza de recuperación, con casi 78 millones de habitantes que estaban al borde de una hambruna, pero nuevamente nos encontramos con una cultura sumamente trabajadora y notoriamente disciplinada. La recuperación de Japón fue muy sacrificada, pero emprendieron un trabajo de recuperación que se la llamó “El milagro económico japonés”.

Al último país que quiero referirme es a Vietnam y su increíble y desastrosa guerra que empezó en 1959 y terminó en 1975 contra Estados Unidos. Si bien terminó con una victoria, Vietnam fue completamente destruida.

Hoy, sin embargo, Vietnam es una economía emergente en Asia desde que se unió al libre comercio en 1986 con la llamada política de renovación («doimoi»), y el recuerdo del conflicto se ha difuminado con las nuevas generaciones. Saigón, actual Ho Chi Minh, también se ha distanciado de su pasado bélico, y ejerce de motor de la economía vietnamita.

Desde el punto de vista económico, la Segunda Guerra Mundial estimuló a las economías latinoamericanas por el alza en los precios de las materias primas, directa o indirectamente empleadas por las potencias en guerra.

Los países productores y exportadores de tales insumos disfrutaron de un incremento considerable de sus ingresos nacionales, elevándose con ellos el nivel de vida de su población. Lamentablemente esto no ocurrió de manera generalizada en todos los países, pues en Bolivia, la demanda de estaño enriqueció extraordinariamente a la oligarquía productora, mientras los obreros en huelga eran masacrados.

Bolivia también estuvo envuelta en una serie de sangrientas guerras en este hemisferio, sin contar las muchas revoluciones internas que sacudieron al país. Los conflictos más importantes fueron la guerra con Chile en 1879, con Brasil en 1899, con Paraguay en 1932.

Más allá de las heridas físicas, las contiendas y de las pérdidas territoriales, esta historia de constantes derrotas dejó hondas cicatrices para las generaciones que tuvieron que confrontar estas guerras. Después de todo, las intervenciones militares extranjeras, sean cortas o largas, legítima o ilegítimas, más o menos devastadoras, dejan secuelas del horror de la guerra.

A pesar de tantos conflictos mundiales, algunos países aprovecharon su situación para salir de sus derrotas, transformar sus economías, como lo está haciendo Vietnam gracias a su sacrificio, determinación y disciplina, guiando sus caminos a economías modernas y emergentes.

Es increíble ver a un boliviano en Europa, especialmente a los que residen en Inglaterra. Según un estudio hecho por una universidad europea, los inmigrantes bolivianos están entre los mejores gracias a su esfuerzo en el trabajo, su interés por aprender el inglés, y por dar a sus hijos la mejor educación posible. Si nos portamos con esa dignidad y entusiasmo de trabajo en el exterior, por qué no trabajamos juntos para construir una Bolivia moderna, progresista y usar nuestras diferencias y matices que son tan diversos para un bien común y sacar a Bolivia de este letargo de separación, pelea, indisciplina y caos en el que actualmente vivimos por tanto tiempo.

Tenemos que cambiar y rápido porque los conflictos del mundo y nuestra región se intensificarán. Somos un país rico en recursos naturales, pero el peligro en el futuro será la escasez de agua, ya que, según datos de la ONU, para el año 2025 habrá mil millones de habitantes en el mundo que enfrentarán complicaciones relacionadas con el agua y para esto tenemos que estar preparados. No tenemos mucho tiempo.

Siempre debemos recordar que de las derrotas se aprende más y por eso nunca debemos rendirnos. Una derrota puede significar una valiosa lección que nos ayudará a alcanzar nuestras metas.

 
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