La revolcada que podemos recibir en octubre a manos del MAS puede ser como para dejarnos escaldados durante muchos años. Yo ya me he comprado Hipoglos (pomada antiinflamatoria) para aliviarme. Cuando se supo del acuerdo entre Samuel Doria Medina y Rubén Costas y surgió el binomio con Ernesto Suárez, respiramos una bocanada de aire fresco. Parecía que, al fin, los opositores habían entrado en cintura, decididos por una candidatura fuerte, si no única, que le plantara cara al MAS. ¿Había llegado la cordura? ¡Pamplinas! Eso de una alianza contundente para evitar la inconstitucional re-reelección de S.E., se fue desdibujando con el paso de los días, cuando empezó a desportillarse el Frente Amplio y luego fueron surgiendo candidatos como honguitos, algunos que ni siquiera llegarán a captar el 1% del electorado.
Queda claro que ni los ocho años y medio de gobierno del MAS, los peorcitos de los últimos tiempos, han movido ni en un milímetro la mentalidad obtusa de los políticos bolivianos. Tal como antes, nadie ha cedido en sus posiciones, todos se sienten presidenciables, y todos recibirán una paliza memorable (incluidos nosotros los escribidores) nada más que por el resentimiento de unos cuantos con ese pasado de enemistad entre zurdos y fachos, y no tener suficiente grandeza -o picardía por último- para encarar lo que se viene en un futuro absolutamente indeseable.
El MAS, que la ha pasado bomba luego de haberse gastado lo habido y por haber de nuestros recursos naturales extractivos disimulando con malabarismos numéricos, tendrá todavía un sobrante (gas sobre todo) que le alcanzará para cubrir gran parte de su casi seguro próximo gobierno, con lo que continuará el despilfarro, sello exclusivo del pachamamismo en boga. Es el despilfarro al que los chupamedias de S.E. llaman “buen gobierno” que no tendrá freno en sus dispendios. Satélites ciegos, aviones, obras monumentales y costosas, congresos inútiles de vagabundos internacionales, y derroches epicúreos a que conduce el embrujador “dulce encanto de la burguesía”, seguirán durante los siguientes años. Y lo peor, que quienes ahora juegan a presidenciables al fósforo, serán víctimas de la siniestra justicia boliviana, producto de aquella malhadada elección popular de pésimos magistrados que condujo al desbarajuste actual.
Si las cosas continúan a este paso (la total dispersión del voto opositor) ni siquiera el bastión cruceño quedará en pie. Porque hay que tener por seguro de que una derrota en las elecciones presidenciales en Santa Cruz, puede traer consigo, por inercia, otra derrota en las departamentales del 2015. Ahí perderíamos soga y cabrito. Más todavía si está claro que en Santa Cruz, además de los masistas que hay en el territorio y que no son pocos, estamos presenciando una vergonzosa bajada de pantalones de quienes menos creíamos.
Se ha apoderado de los cruceños -además del miedo por las connotaciones del “caso Rózsa”- un oportunismo mercantilista que supera todo cálculo. Hace tiempo que en Santa Cruz todo se está resolviendo con promesas de ganar plata que vienen desde la Plaza Murillo. El león rugiente que aparece en nuestro escudo, va camino de convertirse en un símbolo mentiroso, sin ninguna significación real. La ambición de unos pocos y el desinterés y desdén del resto, esa especie de resignación a lo que venga, no puede llevar a la región a nada que sea alentador. Y la claudicación cruceña puede arrastrar consigo a todo el oriente, incluido el ejemplar Beni.
El tiempo que queda por delante ya no parece admitir ninguna corrección fundamental. Lo de negociar candidaturas presidenciales está casi concluido al saltar a la arena más de cinco postulantes que no van a dar pie con bola. Varios calvos disputándose un peine, diría el humor negro de Goni. A este paso, en verdad, más les vale a los aspirantes a la Asamblea Legislativa no ir en busca de senadurías porque, con las nuevas normas electorales, esos curules estarán reservados para el partido de gobierno. No hay que olvidar que desaparecieron las democráticas y dadivosas compensaciones a las minorías, cuando todavía se daba agua gratis al sediento.
Tal es el panorama que se puede observar hoy con mucho pesar, es decir con objetividad. Nuestro entusiasmo no decae, tratamos de sonreír cuando nos ven, mientras que hay ilusos que creen que habrá votos caídos del cielo para detener la avalancha masista. Eso en política no se da. Rectificamos: se dio el 2005 cuando S.E. barrió desde las laderas, cerros y cocales, con todos sus desprevenidos rivales. Ahora, entre un tumulto de candidatos que actúan como magos o buhoneros, es mejor, como yo, comprar Hipoglos para evitar ardores en lugares recónditos.
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