Un acto de dignidad en las olimpíadas de 1936

Luciano Andrés Valencia


El Mundial de Fútbol “Brasil 2014” va transcurriendo su segunda fase y a estas alturas ya es evidente que los principales beneficiarios del evento son los grupos económicos ligados a la FIFA y para las elites económicas y políticas locales. Para el pueblo brasileño la realización del Mundial en su país significó desalojos forzados, militarización de los barrios y represión que se cobró la vida de decenas de personas. Por eso, cuando el fútbol ha sido cooptado por las corporaciones y el poder, es importante recordar un acto de dignidad que tuvo como protagonista a la selección peruana en las Olimpiadas de 1936, que enfrentaron al poder fascista.

Los Juegos Olímpicos de 1936 se llevaron a cabo en Berlín, Alemania, entre el 1 y el 16 de agosto. La elección de la sede se había realizado en 1931, dos años antes de la llegada de los nazis al poder. Aunque hubo en un primer momento un intento de boicotear los Juegos por parte de la delegación de Estados Unidos, finalmente se optó por participar. Solo España, que estaba llevando a cabo un proceso revolucionario, boicoteó los juegos organizando unas Olimpiadas Populares en Barcelona que debieron suspenderse por la guerra. Participaron de los juegos de 1936 casi 4.000 deportistas de 49 países, quienes compitieron en 19 deportes y 129 especialidades. Para el régimen alemán era una forma de mostrar la magnificencia del nazismo y para evitar dar una mala imagen ante el mundo se retiraron de las calles los carteles antisemitas.

Los Juegos Olímpicos no estuvieron exentos de controversias, pero un hecho que merece destacarse es el partido entre las selecciones de Perú y Austria por los cuartos de final del Torneo de Fútbol. La selección sudamericana venía de golear 7-3 a Finlandia, y ahora se enfrentaba con el país natal de Adolf Hitler en el Estadio Hertha Platz.

El partido se llevó a cabo el día 8 de agosto y hasta los primeros 75 minutos de juego los austríacos se imponían por 2-0. Sin embargo la selección peruana reaccionó hacia el final del segundo tiempo logrando el empate con goles de Jorge Alcalde y Alejandro Villanueva. Para entonces un grupo de aficionados peruanos abandonaron las tribunas y bajaron a la cancha para alentar de cerca a su equipo. Durante el tiempo suplementario el árbitro anuló tres goles peruanos, pero aun así Perú se impuso por 4 a 2 con dos goles del delantero “Polo” Fernández sobre el final.

Esta humillación de la selección austría-ca por parte de un equipo sudamericano cuya delantera era llamada “el Rodillo Ne-gro” no podía permitirse en unos Juegos planificados desde el III Reich para mostrar la superioridad de la raza aria. Por ello se presentó una protesta ante el Jurado de Apelaciones diciendo que la presencia de simpatizantes peruanos en el campo de juego había obrado como una forma de intimidación, llegando a decir que uno de ellos portaba una pistola para amenazar a los jugadores austríacos. También se argumentó que el Estadio no cumplía con las medidas necesarias para jugar un partido de fútbol. El Jurado, compuesto exclusivamente por europeos, convocó a una reu-nión para el 10 de agosto a las 10 horas, pero la delegación peruana no llegó a tiempo porque fue retrasada por un desfile alemán que se desarrollaba en las calles. Con apoyo del Comité Olímpico y de la FIFA, se resolvió suspender el partido y ordenar que se jugara nuevamente a puer-tas cerradas.

Perú se negó a repetir el partido por considerarlo un robo. Además tenemos que tener en cuenta que el jugar a puertas cerradas podía facilitar que se cometiera un nuevo fraude. Toda la delegación olím-pica peruana, compuesta por 59 deportistas, apoyó la decisión de la selección de fútbol y se retiraron de los Juegos el 12 de agosto. La delegación colombiana se su-mó a la protesta en un acto de solidaridad latinoamericana y también se retiraron. Ese mismo día los Juegos Olímpicos per-dieron a dos delegaciones. Las delegacio-nes de Argentina, Chile, Uruguay y México expresaron su solidaridad con el Perú, aunque sin abandonar la competición.

En Lima la decisión del Jurado de Ape-laciones no fue bien recibida y decenas de personas se movilizaron ante el Consula-do Alemán, que fue atacado con piedras. La llegada de la delegación al Puerto de Callao fue recibida por una multitud que los ovacionó como héroes.

Gracias a estas maniobras, la selección austríaca llegó hasta la final donde fue de-rrotada por la Italia fascista de Benito Mu-ssolini, que había obtenido la Copa del Mundo que los tuvo de local en 1934 y volvería a obtenerla en la Copa de Francia en 1938.

La selección peruana de fútbol tuvo en las Olimpiadas de 1936 un acto de digni-dad al negarse a convalidar el fraude al que la querían someter por haber humilla-do al país natal del dictador Adolf Hitler. Michael Dasso, miembro del Comité Olím-pico Peruano, declaró en aquella oportu-nidad: “No tenemos fe en el atletismo eu-ropeo. Hemos venido aquí y hemos encon- trado un puñado de comerciantes”. Tenien-do en cuenta los poderosos intereses eco-nómicos que podemos observar en las últi-mas Copas del Mundo, parece que su frase conserva plena vigencia.

Luciano Andrés Valencia es escritor. Autor de La Transformación Interrumpida (2009) y Páginas Socialistas (2013), y numerosos artículos en medios de prensa alternativos y páginas de internet.

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