La pantomima en el Legislativo

En cumplimiento estricto de sus labores periodísticas, mi reportera, pariente espiritual y colaboradora financiera en momentos de apuro me hizo conocer las activas gestiones y deliberaciones de los legisladores para conformar un nuevo tribunal electoral que reemplace al anterior que dejó ingratos recuerdos por su parcialidad con el oficialismo.

En forma vehemente, la cholita cochabambina trató de convencerme del afán sincero de algunos legisladores para designar a nuevos árbitros electorales que fueran menos “bomberos” que los anteriores, encontrando Macacha la valla infranqueable de mi escepticismo, muy natural en un viejo lobo de mar que navegó en las aguas de todos los océanos.

“Ya sé que usted es un viejo lobo de mar -díjome la cholita- pero le aseguro que algunos legisladores están actuando de buena fe y al final se podrá conseguir un Tribunal Supremo Electoral algo mejor que el anterior…”; contestándole a mi joven reportera que más sabe el diablo por viejo que por diablo y que por ello yo le aseguraba que en el Poder Legislativo dominado por el oficialismo se representaba una pantomima.

Al escuchar esa palabreja por vez primera, la cholita cochabambina nacida en Quillacollo abrió sus orejitas y me preguntó por su significado, explicándole fácilmente que la pantomima no es otra cosa que una representación bufa y traviesa de una manifestación teatral.

Al comprender que yo podría tener la razón, la cholita periodista bajó su cabecita y se puso a lagrimear, confesándome que ella había pensado en algunos momentos que podría ser una candidata a formar parte del Tribunal Electoral, pues era inteligente y, por sobre todo, era honesta, virtudes que yo podría certificar.

Entusiasmado me lancé sobre ella y luego de apechugarla por unos instantes le dije emocionado que ella posee todas las condiciones para ser designada por los legisladores como integrante del próximo Tribunal Electoral.

Al ver que esa posibilidad pudiera ser convertida en realidad, manifesté a mi comadritay que deberíamos comenzar a trabajar seriamente para difundir su nombre, sus méritos profesionales y, sobre todo, su honestidad personal e incorruptible para triunfar en eso que yo había comparado con una “pantomima congresal”.

Ordenando sus documentos y certificados, propuse a la cholita periodista que deberíamos difundir su hoja de vida, término desconocido por ella, explicándole pacientemente que deberíamos mostrar a los legisladores su currículum vitae. La cholita provinciana no entendió y silabeando la palabreja le dije: “tenemos que mostrarles tu cu-rrí-cu-lum”.

La virtuosa cholita montó en cólera y me dijo: “Yo no muestro mi currículum a nadie, así que renuncio a ser parte de algún Tribunal Electoral, sea nacional o departamental.”

El pundonor y la honestidad de mi comadritay me conmovieron y sigo creyendo en la pantomima que se está representando en el Palacio Legislativo.