A un siglo de la comprobación

A cien años de uno de los mayores acontecimientos de la ciencia de todos los tiempos, muchas cosas de la vida política del mundo han cambiado. Las personas presentan dinámicas distintas y los países ya no son los de ayer. Como sea, todo ocurre bajo y sobre ese mismo cielo donde una mente pudo vislumbrar el secreto del universo.

Cien años, en términos astronómicos, es muy poco tiempo, pero en la escala de nosotros los hombres mortales, es un periodo significativo.

Es posible que la atención de las personas respecto a la ciencia en 1919, cuando el mundo comenzaba a recuperarse del infierno que significó la Gran Guerra, haya estado tan distante como lo está ahora, cuando se vive mil y un problemas políticos que nos alejan del pensamiento y la ciencia. Pero un hecho relevante en el campo de las ideas o en el de la ciencia siempre supera todo conflicto humano o toda frivolidad política pasajera. La Relatividad de Einstein fue uno de esos hechos.

El 29 de mayo se recordó los cien años del eclipse total de sol que probó por primera vez la Teoría General de la Relatividad. Pero este hecho, histórico para el pensamiento humano, tuvo que pasar por una odisea de acontecimientos antes de llegar a ser aceptado como cierto, ya que desde 1914 se habían producido intentos de probar la teoría que cambiaría la concepción que hoy tenemos del lugar que ocupamos en el universo. Pero los intentos fracasarían. La expedición que se había organizado, para ser llevada a cabo en 1914 en los bosques de Crimea, se frustró debido al comienzo de la Primera Guerra Mundial. El alemán Erwin Finlay-Freundlich era el astrónomo que estaba al mando de la expedición, pero quedó hecho prisionero por el ejército ruso en el campo crimeo. Otra expedición, organizada ésta por el astrónomo William Wallace Campbell, también fracasó, mas no por la guerra, sino por una contingencia del mal tiempo: una densa cortina de nubes grises obstruyó la visión de las estrellas que debían ser fotografiadas para comprobar si efectivamente su luz se movía por causa del campo gravitacional del sol, como había predicho la Teoría de la Relatividad.

Pero quizá las que parecían contingencias nefastas que echaron por tierra la posibilidad de probar la teoría, fueran las eventualidades que salvaron la reputación de Einstein, ya que las ecuaciones que había presentado entonces, aún tenían falencias y no eran muy precisas.

Finalmente, en 1916, después de haber revisado sus números, el físico alemán presenta y publica su teoría reelaborada y con las ecuaciones matemáticas corregidas. Todavía no tiene pruebas físicas para respaldarla, pues necesita fotografiar un eclipse, pero él sabe ya que sus ideas están en lo correcto. La ciencia estaba ya lista para recibir su primera gran modificación en más de 200 años.

El 29 de mayo de 1919 fue el día; luego de un momento en que el cielo se nubló, las nubes se disiparon y se pudo fotografiar las 12 estrellas cuyas imágenes se requería para poner a prueba la teoría. Luego la Relatividad se comprobó finalmente, el mundo aprendió el nombre de Albert Einstein y éste se convirtió en un icono de la cultura popular, pese a que el común de las personas no entendían una palabra de lo que significaban sus extrañas ideas.

Según una imagen que publicó hace poco la cadena BBC que muestra marcada con una franja roja el área donde el eclipse pudo ser visto de forma total, Bolivia fue parte de aquella área, y específicamente la ciudad de La Paz. También formaron parte de aquella zona el océano Atlántico y algunos países del sur del África.

La comprobación de la Teoría de la Relatividad es mucho más que la comprobación del “pensamiento más feliz” de un joven rebelde que quiso reescribir las leyes de la física, es la explicación de muchos de los éxitos tecnológicos que hasta ahora el hombre ha desarrollado, como el GPS, los rayos láser y los satélites, cosas que hacen del mundo un lugar más interconectado y, por supuesto, más cómodo, y con más oportunidades.

Por todo esto, la Relatividad y su autor se hacen merecedores de un homenaje universal.

El autor es licenciado en Ciencias Políticas.