Mitomanía

Miente, miente y miente, que al mentir desfallece la conciencia y la identidad social. El verbo y los adjetivos estridentes resuenan formando circunloquios, mientras la legislación enredada compensa esfuerzos entre dietas y rabietas de mitómanos.

Miente la toga y el ribete de un letrado improvisado, mienten defensores y acusadores. Los deberes y derechos en espacios confundidos a los ojos del mentiroso compulsivo. ¿Quién dijo eso de que una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en verdad?

Mienten aquellos que enseñan a ir y volver por caminos sinuosos. La careta de la mentira tambalea en el escenario de dramas, gestos y poses que llevan los pies a la cabeza y el cerebro a un árbol que se quema. Mienten aquellos que declaran su amor y cambian ardientes besos por vejámenes en la fatal oscuridad que desvanece.

Mienten los gritos desde la primera a la última ventana para que escuchen los oídos sordos de onerosa propaganda, mientras el pan se endurece en la boca desdentada. Miente que el Octavo Mandamiento de la Ley de Dios es también otra mentira y sigue la faena del lenguaje atragantado que resbala al desvarío.

El artificio con luces de mandinga baja en caravana, entre burlas define la suerte del futuro y cabalga la calumnia a su libre albedrío. El embuste y la intriga son moneda de valor, ya los sentimientos y el espíritu quedaron en quimera. La integridad, la ética y el decoro son estériles, dejaron de parpadear al marchitarse las flores y crecer las espinas.

Conspiran las fábulas y patrañas, las mentirillas de pasillo alegran la mañana y con un guiño a la vida los amantes intentan atrapar los símbolos sensuales. Todo es fulero y vibran hechizadas las voces de falsetes.