Dejen de engañar al Presidente

Guido Zambrana Ávila

Cuando dos tercios de la población no tiene acceso a la salud y menos seguro de salud, instalar una fábrica de medicamentos es casi otra frivolidad de la misma categoría que otras costosas mega obras impactantes y millonarias que las presentan como grandes maravillas; eso es comparable a comprarle abrigo de visón a quién no tiene ropa interior ni jabón para bañarse, sólo porque nos llegó la lotería y creemos que el despilfarro no tiene límites. Lo primero que se necesita es que todos los bolivianos tengan acceso gratuito a los servicios de salud, y eso no existe para dos tercios de la población, con una mayoría que igual no tendría con qué comprar los medicamentos hechos en Bolivia.

Invertir y comprar cosas deslumbrantes, no prioritarias, es una práctica ya habitual en nuestro país; que si bien permite obtener beneficios electorales nos deja irreversiblemente atrasados en las áreas socialmente más esenciales. Lamentablemente, para los gobiernos la salud y la educación no son importantes, por lo menos no más importantes que ver la ciudad de La Paz desde las alturas, ser vistos desde el Túpac Katari, transportarse en aviones, helicópteros y vehículos de lujo vistiendo la ropa más cara, u organizar costosas cumbres para convencernos de que somos líderes mundiales.

Es difícil comprender que después de nueve años, un Gobierno en el que teníamos mucha esperanza no se conmueva al ver campesinas del norte de Potosí dormir en la calle y pidiendo limosna, ni viendo en los canales de televisión enfermos implorando ayuda para sanarse o a ancianos haciendo colas en los amaneceres para conseguir ser atendidos en un hospital. Menos aún se puede entender que esto siga ocurriendo teniendo como nunca mucho dinero.

El fracaso del Gobierno en la implementación del Seguro Universal de Salud ha precipitado la ejecución de un conjunto de medidas erráticas y anárquicas, promovidas desesperadamente por autoridades incapaces y obsecuentes del Ministerio de Salud que le han hecho creer al Presidente de Bolivia que para mejorar la salud, hay que construir 4 hospitales de cuarto nivel, por lo menos 14 de tercer nivel y 31 de segundo nivel; o que cubriendo al 70 % de la población con las brigadas del programa “Mi Salud” brindando medicina precaria a manera de limosna se está aplicando la SAFCI.

Lo penoso es que al pobre Presidente le hacen repetir muchas afirmaciones sin aclararle, por ejemplo, que el cuarto nivel consiste principalmente en institutos de investigación que no son prioritarios para un país como el nuestro; que a los hospitales de tercer nivel debe llegar sólo el 10 % de los enfermos que portan cuadros complejos; que no existen los miles de especialistas que se necesita para los hospitales de segundo y tercer nivel, y que los pocos que formamos y regresan del exterior prefieren emigrar donde se les reconozca sus méritos y encuentren mejores condiciones de vida; que para asignarles ocho horas de trabajo a los profesionales sencillamente hay que pagarles el correspondiente a dos horas más de salario eliminando el tope salarial; que el 80 % de los casos de salud se resuelven en el primer nivel siempre que esté bien estructurado y que exista una perfecta sincronía e interacción entre los tres niveles de atención. Pero también deben hacerle conocer que hay médicos y otros profesionales de la salud que no cumplen con su función; en parte porque sus jefes puestos sin concurso no los controlan.

Tampoco le revelan al Presidente que los hospitales por muy bellos que sean, para nada sirven sin equipamiento apropiado, sin insumos y sin profesionales bien remunerados y seleccionados por concurso; y que, finalmente, aun teniendo todo lo necesario, si los gestores y autoridades son designados sin concurso por recomendación de dirigentes de movimientos sociales y políticos, cumpliendo el único requisito de ser serviles y audaces, el fracaso está garantizado.

El autor es ex Decano de Medicina y Miembro de Comisión Cumbre de Salud.

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