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Franco y directo: Monseñor Eugenio Scarpellini, un ser humano extraordinario

Susana Inch

Eugenio Scarpellini Mazzoleni fue el segundo de 3 hermanos. Nació en una familia humilde del norte de Italia que le dio un ejemplo de entereza y de fe que lo acompañaron toda su vida. Perdió a sus padres siendo bastante joven, pero siempre mantuvo una profunda unidad y cercanía con sus hermanos, cuñados, sobrinos y sobrinos/nietos, quienes junto a otros familiares sienten hoy la partida de un ser amado que entregó su vida al servicio y a la misión.

Decidió ser sacerdote muy joven e ingresó al seminario a los 11 años, con el esfuerzo y apoyo de su familia. Estudió y trabajó para ayudar a cubrir los costos de su formación. Desde sus primeros años como sacerdote trabajó arduamente con la niñez y juventud, primero en Bérgamo y después en Bolivia. Siempre apoyó y acompañó a jóvenes y niños con capacidades diferentes.

Ante la pregunta de si la vocación sacerdotal existe, pienso que basta hacer un recorrido por su vida para saber que es una realidad de la mayor consistencia, y que es posible vivirla en plenitud. La Iglesia ofrece muchas formas de servicio y compromiso (de hecho, la labor de los laicos nos compromete a todos), entre ellas también el ministerio (tal vez mejor llamarlo “esclavitud” voluntaria, alegre) sacerdotal.

El ejemplo de servicio que nos ha dado Monseñor Eugenio, sumado a su espíritu misionero, es una clara muestra de entrega absoluta que nos ayuda a comprender el sentido del celibato. No se trata de un castigo, una imposición o como una obligación. Es un don que pocos reciben y que pueden vivir en plenitud, como lo hizo Monseñor Eugenio.

Quien cree que ser obispo es fácil, o que es como alcanzar un cargo de gran expectativa y privilegio, está lejos de la realidad. Ser obispo supone renunciar a muchas expectativas personales para entregarse a los demás, a una porción del pueblo de Dios que queda bajo su responsabilidad, y sentirse comprometidos también con el resto de la población. Los obispos se convierten en padres-pastores-ejemplo y guía para muchos. A menudo enfrentan desafíos como la soledad, la incomprensión y las demandas y necesidades de tantos fieles y de gentes de todo tipo.

No todos tenemos la oportunidad de vivir un tiempo de pandemia. Es una situación excepcional que nos genera mucho temor e incertidumbre. Monseñor Eugenio la enfrentó con valentía y siguió con un trabajo incansable; en todo momento continuó ayudando y acompañando a quien lo necesitaba. Continuó sorprendiendo a muchos con su sencillez y cercanía. Vivía solo, y él se hacía cargo de preparar sus alimentos y de limpiar su departamento. Compartió hace poco que al limpiar el piso se equivocó y en lugar de aplicar cera, aplicó limpia muebles; riendo, decía que quedó muy bien, el único problema es que creó una pista de patinaje.

Monseñor Eugenio siempre fue la persona capaz de escuchar con toda atención a quien se acercaba a él y le pedía consejo. Se aseguraba de ayudar hasta en los detalles más pequeños de la vida a los que conocía y acudían a él.

La imagen pública de Monseñor Eugenio nos mostró a un hombre lleno de vitalidad, cercano y con un carisma muy especial. Lograba decir las cosas más difíciles sin ofender y acercaba las posiciones más opuestas. Siempre estuvo preocupado por Bolivia y por su gente. No le importaba trabajar hora tras hora, durante el día y la noche, para lograr consensos y acercar a las partes en conflicto. Lo hacía con una transparencia y cabalidad que todos reconocen.

Su cercanía con la gente le dio la oportunidad de contribuir, como parte de la Iglesia, en muchos momentos difíciles para el país. Él fue una pieza clave para encontrar soluciones. Puede ser que estas soluciones no nos parecieran siempre las más justas, pero abrieron la posibilidad de encontrar salidas menos violentas y que no cobraran más vidas humanas.

Tenía un carácter fuerte, como natural que era del norte de Italia, aunque naturalizado boliviano y dedicado a la ciudad de El Alto. Su compromiso misionero nunca le generó dudas. No solo manifestó estar feliz de trasladarse a un país en desarrollo, muy alejado de su patria, cuando se lo plantearon hace 32 años. Permaneció firme en el compromiso de realizar su entrega en Bolivia y, en especial, en El Alto. Se trata de una diócesis muy compleja por la constante migración de ciudadanos, y con un clima social particularmente sensible. Comenzó su labor de obispo de El Alto programando visitas pastorales a todas y cada una de las parroquias de la diócesis, incluso a las más alejadas. En 3 años estuvo presente acompañando a todas las comunidades católicas de la circunscripción y ya planeaba una segunda visita para continuar esa misión.

Era un administrador de excelencia. Sin formación especial en el área, tenía la capacidad de comprender estados financieros complejos y la visión para tomar las mejores decisiones sobre temas económicos y de gestión.

Nunca buscó un tratamiento especial o diferente al que podían recibir sus hermanos en El Alto. Era un hombre vigoroso, también físicamente, y no le tuvo miedo al virus mortal. Los que quedamos nos sentimos huérfanos, porque hemos perdido a un pastor que nos ha enseñado mucho, no solo con sus palabras, sino y sobre todo con sus acciones. Él nunca actuó de forma contraria a lo que predicaba, cada día de su vida fue un esfuerzo por hacer bien las cosas y seguir el Evangelio; y aunque hoy lloramos su ausencia, comprendemos que ahora está junto al Padre, quien decidió llevarlo a su lado.

Él ha dejado una obra enorme en la diócesis de El Alto y en la Iglesia. Quienes estuvimos cerca de él siempre lo tendremos presente en el corazón, procurando seguir sus enseñanzas y continuar su labor.

“El amor verdadero no es simplemente el fruto de un esfuerzo, sino que es don de Dios para los hermanos”, nos dijiste. Tu vida es testimonio de ese amor en Cristo Jesús. Gracias a Dios por tu vida y el ejemplo que nos dejaste. Brille para ti la luz perpetua.

MONSEÑOR EUGENIO SCARPELLINI

Nació el 8 de enero de 1954 en Verdellino – Bérgamo (Italia).

Ingresó a los 11 años al Seminario Papa Juan XXIII en la Diócesis de Bérgamo, donde realizó sus estudios de teología y filosofía, así como sus estudios escolares.

El 17 de junio de 1978 fue ordenado sacerdote en la Diócesis de Bérgamo.

Estuvo en varias Parroquias de la Diócesis de Bérgamo, entre ellas la Parroquia de Boltiere y de Nembro.

El 11 de enero de 1988 llegó a Bolivia como sacerdote misionero y se quedó en Bolivia 32 años, cumpliendo un servicio misionero de absoluto compromiso y entrega.

Fue Párroco de la Parroquia Nuestra Señora de Copacabana y la Parroquia El Salvador de la Arquidiócesis de La Paz.

Fue Administrador de la Arquidiócesis de La Paz.

Fue director de la Unidad Educativa Marien Garten.

Tuvo un gran compromiso con la atención de sectores vulnerables y la rehabilitación de personas con capacidades diferentes, desde su juventud apoyó y acompañó a niños, jóvenes, adultos mayores, mujeres, personas con dependencias de alcohol y drogas, impulsando y fundando diversas instituciones como el CRF, la Fundación Mario Parma (de atención a niños con problemas neurológicos).

En 2004 fue nombrado Director Nacional de Obras Misionales Pontificias en Bolivia.

Del 2007 al 2010 fue Coordinador de las Obras Misionales Pontificias para América.

En 2007 fue nombrado Secretario General Adjunto de la Conferencia Episcopal Boliviana.

El 15 de julio de 2010 fue nombrado Obispo Auxiliar de la Diócesis de El Alto por el Papa Benedicto XVI.

El 9 de septiembre de 2010 recibió la Ordenación Episcopal en la Diócesis de El Alto.

En noviembre de 2012 fue nombrado Secretario General de la Conferencia Episcopal Boliviana.

El 26 de junio de 2013 fue nombrado por el Papa Francisco Obispo de la Diócesis de El Alto, labor que cumplió hasta el final.

En 2018 organizó y llevó adelante el V Congreso Americano Misionero en Bolivia.

En noviembre de 2018 fue nombrado Presidente de la Comisión Económica de la Conferencia Episcopal Boliviana.

El miércoles 15 de julio de 2020, justo 20 años después de ser nombrado Obispo en Bolivia, hemos perdido a un Pastor, que deja una profunda huella en todos quienes lo conocimos.

 
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