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Calidad de vida versus economía insostenible

Rolando Javier Eduardo Garvizu M.

La crisis de salud suscitada este 2020 ha evidenciado muchas falencias dentro del modo de vida de la sociedad humana: modos de producción y trabajo, sistemas de salud y educación defectuosos, y modelos de desarrollo que solo buscan mejorar los recursos económicos de algunos grupos sociales.

Es por esto que ahora le toca al país elegir con mucho cuidado a quienes conducirán el país en los próximos cuatro años, porque serán ellos los que deberán llevar a cabo cambios en las políticas y prácticas que solo persiguen intereses económicos, sin importar el costo, por políticas y actitudes más amigables con el medio ambiente.

Algo que también se visibilizó durante la pandemia fue la importancia que se debe dar a la “calidad de vida” de las personas, que no debe ser confundida con “nivel de vida”. Una persona o familia puede tener una alta calidad de vida, pero un bajo nivel de vida.

El “nivel de vida” está relacionado con la cantidad de objetos o bienes que puede tener una familia comprándolos, mientras la “calidad de vida” se relaciona con el medio ambiente en el que viven las personas, con cuán puro es el aire que se respira, si los alimentos que consumen son saludables o tienen agroquímicos u otras sustancias que alteran de forma inadecuada la composición de éstos, y muchos otros aspectos.

Esta pandemia evidenció que incluso países desarrollados tienen falencias en el campo de la salud, pues sus sistemas sanitarios colapsaron, dejando a muchos de sus habitantes sin la atención médica necesaria para combatir las afecciones provocadas por el virus.

En este punto ahora la sociedad debe ser más consciente. Si bien la economía es un medio necesario para subsistir, debemos considerar que buscar beneficios dañando el medio ambiente es la peor opción que podemos tomar.

Si se continúa con la deforestación, quema y tala indiscriminada, con el fin de ampliar la frontera agrícola, estamos muy mal encaminados, ya que con esta actividad estamos disminuyendo la cantidad de oxígeno que se genera en nuestro país, generamos mayor liberación de carbono a la atmósfera, lo que aumenta el calentamiento global y, por ende, causa una diminución de la calidad de aire, además de otros impactos negativos.

Por otra parte, es importante tomar conciencia sobre que en la producción de alimentos es mejor tener calidad que cantidad y con calidad me refiero a alimentos naturales. Esta pandemia mostró que en los países donde hay un elevado uso de productos transgénicos en la dieta de sus habitantes, muchos de ellos tienen sobrepeso, alergias, dificultades respiratorias, incluso más nacimientos de niños con Síndrome de Down, autismo, incremento en los casos de cáncer y otros males.

Estas evidencias están cambiando la preferencia alimentaria en los países desarrollados, que están dispuestos a pagar sobreprecios por los productos naturales, libres de pesticidas, fungicidas, descartando los alimentos genéticamente modificados.

Es muy importante tomar en cuenta que el planeta que habitamos es un lugar finito, y si queremos que siga siendo un lugar habitable para las generaciones futuras, debemos comenzar por cambiar el modo de pensar consumista que ahora nos rige.

La visión consumista actual no conoce límites y está dispuesta a crecer a costa de todo, mientras los ecosistemas que sustentan la vida en el planeta ya están al borde del colapso. Y si esto sucediera, desastres naturales y pandemias se presentarían con mucha más frecuencia. Además, si la salud de las personas no es la más óptima, por la baja “calidad de vida”, los efectos de estos desastres naturales y futuras enfermedades serían catastróficos para el ser humano.

Ante este panorama, urge que los actores políticos aclaren sus ideas y realicen propuestas concretas y adecuadas para poder asegurar la salud de su población con una adecuada calidad de vida y así también asegurar la subsistencia de las generaciones futuras.

El autor es Ingeniero en Ecología y Medio Ambiente.

 
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