Al parecer los políticos, tanto a nivel local como mundial, incluyendo a los de Estados Unidos, han perdido la perspectiva histórica en sus observaciones de la vida social. En esa situación se encuentran también los personajes de la “clase política” boliviana que han perdido de vista la atención a las cosas grandes y se dedican a las pequeñas solamente.
En forma general, se presta atención superficial a los acontecimientos cotidianos. Solo se les dedica atención pasajera y no voluntaria, de tal forma que no se ingresa al fondo de los asuntos, lo cual se puede atribuir a la dinámica de los acontecimientos que se producen en el país, en especial los de carácter político, que tanto preocupan a todos los sectores sociales y, en especial, a los medios de comunicación.
Ese proceder afecta también a países avanzados, como Estados Unidos, donde se ha perdido la orientación y, a la vez, se considera que el tiempo y el espacio son reversibles y que “todo tiempo pasado fue mejor”. En la idea se olvida la leyenda bíblica de la mujer de Lot, que por mirar hacia atrás quedó convertida en estatua de sal.
Esa actitud domina en últimos meses, por ejemplo, en Bolivia y ni qué decir en Estados Unidos, donde esa visión está por hacer derrumbar la economía más grande del planeta. En efecto, más interesan asuntos individuales aislados y sin mayor importancia, como la vida de algunos artistas, y no las políticas económicas que tratan de poner a ese país como primera potencia, como lo fue hace algún tiempo.
En esa actitud de atender los gestos del presidente y no su política proteccionista, hasta los partidos políticos se han enceguecido y así toman lo mínimo como lo máximo y lo máximo como lo mínimo y, no menos, han perdido la capacidad de ver lo que hay detrás de la superficie.
Eso mismo se observa en la vida política boliviana. Muchos de quienes se llaman políticos están empeñados en asuntos de mínima cuantía y, en alguna forma, han perdido la facultad de hacer deducciones y sacar conclusiones para captar la esencia de los problemas y no perderse en laberintos o en la sentencia que dice que “los árboles no dejan ver el bosque”. Por ejemplo, lo único que existe para ellos es el viaje en avión de una dama, con el agregado de llamar a los ministros a una interpelación parlamentaria y no tomar en cuenta, ni mucho menos, el rumbo histórico del país.
En esa forma, los politiqueros y politicastros han sustituido lo grande por lo pequeño. Han caído en el absurdo. No practican la lógica formal y se orientan por prejuicios y sensaciones pedestres que han hecho definir la política contemporánea como “el tiempo de las cosas pequeñas”.
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