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[Manfredo Kempff]

Debates decepcionantes


Si algo era esperado en estos días previos a las elecciones, ahora que Morales está fuera del poder, eran los debates presidenciales. Después más de tres lustros sin debatir, recordamos como se presentaban a polemizar políticos de fuste, experimentados en esas lides, y otros que asistían por primera vez y que en su confusión perdían los papeles o se iban por las ramas tratando de salvar el pellejo. Víctor Paz Estenssoro, Hugo Banzer, Jaime Paz Zamora, Gonzalo Sánchez de Lozada, Antonio Araníbar, y otros más, debatían entre ellos y también con aspirantes como Carlos Palenque, Max Fernández, Remedios Loza, candidatos populistas pero que tenían fuelle y una alta votación.

La Confederación de Empresarios Privados de Bolivia, la Asociación de Periodistas de La Paz, y otras entidades se encargaban de realizar los debates que, por su interés, reunían a muchísima gente (no había pandemia) y las calles se colmaban de partidarios bullangueros de unos y otros, a quienes animaban. Los debates señalaban con mucha aproximación cuáles candidatos estaban a las puertas de ganar y cuáles no. Porque ahí no existían engaños y los que disputaban la presidencia eran quienes más tomaban la palabra para hablar de sus programas o para sacarle los trapitos al sol a sus adversarios, dentro de un comportamiento decente.

Evo Morales nos tuvo ausentes de esos encuentros durante las últimas candidaturas porque, simplemente, tiene terror a debatir. Es un hombre vivo, consciente de su absoluta ignorancia y de su pésima expresión. Ante el miedo de enfrentar a sus adversarios decía que él solo debatía con el pueblo. Una picardía absoluta, porque el pueblo al que se refería, eran sus bases masistas, que solo oían y aplaudían, sin entenderle nada. En vez de debatir halagaba, advertía, amenazaba, y luego, infaltablemente, echaba a un lado sus guirnaldas y se lanzaba a bailar con las jovencitas. ¡Esos eran los debates del MAS!

Pensábamos que hoy su delfín, el somnoliento señor Arce – financista excepcional según dice Morales–, podría haber debatido con sus seis adversarios. Este sujeto que, según él mismo afirma lo quiere contratar el BID, la CAF, el BM, y naciones en crisis económica, se aterroriza tanto como su jefe. Y claro, lo que sucede es que liquidó la economía nacional, dilapidó sus ingresos, se farreó más de 65 mil millones de dólares para darle gusto a su patrón. Entonces no puede contestar en un foro si le preguntan dónde fue a parar toda esa fortuna. No les puede mentir a quienes saben de economía y no le van a tolerar embustes.

¿Qué ha hecho Arce ante esta situación? Se ha burlado de Mesa, de Camacho, del elocuente Tuto y de todos sus rivales, armando, de la manera más hábil, un sorpresivo debate a su gusto, con gente afín al MAS como son la mayoría de la FAM y la CUB. Es incomprensible cómo sus seis adversarios permitieron una reunión sin debate, con las preguntas concertadas previamente, donde no podían dirigirse la palabra entre los candidatos. Es decir que le permitieron a Arce asistir a un foro y no debatir. Y en el montaje de la farsa estuvieron, de manera absurda, quienes debieron pedirle cuentas y sin embargo lo dejaron huir como a un ratoncito.

Arce ya había dicho que asistiría a un solo debate y ese fue el del sábado. Así que toda posibilidad de hacerle contar la verdad se ha perdido. Arce queda bien con su gente, va a hablar mentiras a los canales de televisión, se solaza ofendiendo a Santa Cruz, dejó que el llamado gran debate del domingo pasado, auspiciado por destacadas instituciones nacionales, se convierta en una reunión sin interés, porque, además, Camacho decidió no asistir, sabiendo que no estaría el gran dilapidador.

El más penoso y pobre del domingo fue, con ventaja, el señor Chi. Dijo malignamente, favoreciendo a Morales, que Camacho produjo un golpe de estado, por lo que Luis Fernando debería pedirle cuentas al calumniador; habló que Mesa era partidario del aborto, lo que provocó que Carlos Mesa le preguntara si había tenido alguna pesadilla; y lo peor de todo, no quiso comprometerse a respetar el resultado de las elecciones. El señor Chi estaría más contento si le permitieran candidatear en Corea del Norte.

 
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