La cultura flamenca en Sudamérica



Jorge Zavaleta Alegre

El proceso de la globa-lización en el siglo XXI motiva la revi-sión de la historia de Amé-rica con respecto al Viejo Mundo y a otras regiones del planeta en la edificación de las actuales democra-cias.

La reflexión viene a pro-pósito de la investigación sobre la presencia flamen-ca en Sudamérica colonial, del economista, profesor y regidor municipal de Lima, Eduardo Dargent Chamot.

Flandes es una de las tres regiones de Bélgica actual. Durante la Baja Edad Media, las ciudades comer-ciantes (Gante, Brujas e Ypres) hicieron de Flandes una de las regiones más urbanizadas de Europa, tejiendo lana de las tierras vecinas, fabricando tejidos tanto para uso doméstico como para la exportación.

Hoy Bruselas, combina su condición de sede de la Comisión Europea y de otros organismos internacionales. La re-gión de Flandes cuenta con 300 munici-pios en 5 provincias.

Flandes concentra la mayor parte de la riqueza nacional de Bélgica, con la mayor tasa de exportación per cápita en el mundo y con más de la mitad de la población total belga.

La presencia en Sudamérica de la cul-tura de los flamencos es un tema que revela huellas sobre sus aportes y las luchas realizadas por la corona española en contra de los protestantes.

Los flamencos, apreciados desde las profesiones, oficios y labores, se desa-rrollaron en territorios sudamericanos entre los siglos XVI y XVIII. Los flamen-cos llegaron a ocupar lugar importante en los puertos de Sevilla y Cádiz, dedi-cados al comercio con las Indias.

Conquistadores, marineros y corsa-rios, jueces, alcaides, gobernadores y vi-rreyes, misioneros, profesores y artistas, inquisidores, artesanos y mercaderes, así como cirujanos, mineros, editores y confeccionistas, sirvieron en múltiples lugares de América, participando en la construcción de la identidad hispano americana.

La proyección flamenca en la cultura sudamericana procede de frailes ilustra-dos que seleccionaron los Habsburgo, de formación germánica y humanista, in-cluyendo pequeños poblados de nativos.

El aporte de Diego de la Puente a la pintura peruana fue la introducción del “tenebrismo”, un estilo que resaltaba las figuras humanas en colores claros con los fondos oscuros, cuyas obras perma-necen en lugares como Juli, Trujillo, La Paz, Santiago de Chile y el Cusco.

El jesuita Jean Raymond Connick fue el primer profesor de matemáticas de la Universidad Mayor de San Marcos, autor de los planos para las murallas de Lima.

Los artistas y artesanos de Flandes destacaron. Juan de Bruselas, fabricante del primer sello oficial de Lima y de ensayador en la Villa de Potosí, el jesuita Egidino, constructor de la iglesia más bella del Cusco. Músicos como Louis Vaisseau, ayudó a las misiones del Para-guay enseñando música.

El flamenco fue el pueblo europeo no ibérico que durante la conquista y el virreinato contribuyó más al desarrollo de la América del Sur española, con los aportes en la propagación del humanis-mo, comercio e industria.

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