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Cuando cunde el pánico, un peligro social

Vladimir C. Calatayud Cáceres

La idea de que los seres humanos no respondemos bien ante situaciones de emergencia se da porque van a estar aterrorizados y actuarán irracionalmente. Estarán aturdidos y no podrán cuidar de sí mismos. Se cree que se comportarán de forma antisocial, que estarán traumatizados o psicológicamente incapacitados y que reaccionarán de forma egoísta durante una amenaza o desastre.

Evidentemente el término “pánico” se puede referir a varias cosas. Si se refiere a la probabilidad de que muchos seres humanos que se ven envueltos en desastres estarán asustados y espantados, esta es una percepción correcta. Prácticamente todas las personas sanas sentirán ansiedad y miedo en una situación de grave peligro y amenaza personal.

Por otro lado, este término es usado en el lenguaje diario, incluyendo los medios de comunicación, o en declaraciones oficiales en relación con desastres. Se da por sentado que ante graves amenazas o peligros, la gente se aterrará y reaccionará huyendo en desbande, corriendo a la aventura o sufriendo ataques de histeria. Incluso si la respuesta no se la considera intrínsecamente destructiva, el comportamiento sí se ve como inadecuado y desajustado para la situación y como irracional.

Pánico individual

Todo ser humano ante un peligro real o imaginario, responde con miedo. Esta es una respuesta congénita, nos protege como especie y ha permitido nuestra sobrevivencia. El miedo evita que cometamos actos imprudentes, nos permite evaluar la situación de urgencia y nos prepara para la lucha o para la huida. En términos generales, podemos decir que sentir miedo es bueno y hasta beneficioso, pero cuando el miedo es desproporcionado y sale de nuestro control nos produce “ceguera psicológica”, es decir, nos incapacita para evaluar el peligro en forma real y escoger la mejor opción para enfrentarlo o huir de él.

Asimismo viene acompañado de un intento irracional de huir, de llantos incontrolados, etc. Su potencial peligro es que es altamente contagioso; generalmente se presenta cuando la persona siente que está atrapada, que es imposible escapar o que efectivamente las vías de escape se encuentren cerradas o que éstas colapsen. También cuando el aire fresco es escaso, como en el caso de los incendios y la persona siente síntomas de asfixia.

El pánico es consecuencia de una búsqueda inútil dentro de nosotros mismos, de la respuesta que hemos de dar ante un peligro que nos amenaza. Es un factor que agrava el riesgo individual, pues elimina la voluntad de la persona para hacer frente al peligro.

Cómo manejar una situación

de pánico colectivo

En un escenario de emergencia, como un terremoto, un voraz incendio, una amenaza terrorista, etc., cuando todos quedamos aterrados, nuestro cerebro nos pregunta qué hacer, debemos reaccionar primero. Una voz serena que diga: POR AQUÍ, es suficiente para que los que no hayan podido reaccionar, porque su mente está vacía, perciban esa orden y nos sigan. Actuarán racionalmente. Siguen a una persona que sabe lo que hay que hacer. Si varios dicen “por aquí” porque conocen las técnicas de Defensa Civil y quieren evitar el pánico general, no importa. Si ese “por aquí” trata de significar lo mismo, es bueno. Pero aunque signifique direcciones o actuaciones contrarias, no importa, siempre obedecerá a criterios racionales.

Qué hacer cuando cunde el pánico

Cuando una persona agota, en unos segundos, todo su conocimiento sobre lo que ha de hacer ante un peligro y no recibe información de afuera, se produce el pánico, y lo que es peor, lo provoca en los demás. Nuestra obligación ahora es delicada. No es tan fácil. En primer lugar, debemos tener nervios de acero para no sucumbir, como los demás, ante el temor colectivo. Una vez que cunde el pánico y el temor descontrolado se apodera de un grupo humano es muy peligroso tratar de colocarse delante de ellos y evitar que corran; posiblemente pasarán por encima de nosotros.

La mejor táctica es asociarse a ellos, gesticular más que ellos, gritar más que ellos, si se encuentran parados nos pondremos en el medio e impulsaremos a los de adelante a seguir la dirección correcta. Así arrastraremos a los de atrás para seguirnos. Si están en movimiento, nos pondremos a la cabeza del grupo, entre las primeras filas. Si van en sentido adecuado, apresuraremos el paso. Si van en sentido contrario, los conduciremos en la dirección más conveniente para que cambien el sentido de la marcha.

Una vez fuera del peligro, trataremos de calmarnos y al mismo tiempo calmar a los demás. La mayoría se tranquilizará y empezará a preocuparse por la situación.

 
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