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[Luis Antezana]

Socialismo del Siglo XXI, monumental fracaso


Parte I

Durante más de cien años la teoría del socialismo fue objeto de infinidad de críticas, asegurando que sería un fracaso. Sin embargo, esa oposición teórica se rompió los colmillos en todos los casos y, más bien, esa ideología se fortaleció al extremo que llegó a “tomar el cielo por asalto”, lo que hizo decir a sus seguidores que se trataba de una “teoría científica” que se extendería de por vida por todo el planeta, con tanta seguridad como cuando una piedra cae al suelo por efecto de la ley de gravedad.

Desde entonces, allá donde triunfó ese promisorio y dulce sueño, durante 63 años (1917-1980) se acudió a los más refinados esfuerzos para prolongar su existencia y evitar su debilitación y muerte, cada vez que se confirmaba que no daba los resultados esperados por sus fanáticos seguidores. Entre tanto siguió siendo objeto de toda clase de sostenidas críticas que, al parecer, caían en saco roto (1).

Sin embargo, de un día para otro, el elogiado e invulnerable régimen socialista-comunista se desplomó aparatosamente como un castillo de arena y quedó hecho polvo, como las estatuas de Stalin derrumbadas por las masas populares del imperio soviético y sus aliados. Lo más notable del caso fue que tan pintado imperio no fue destruido por una guerra ni un cataclismo ni por sus poderosos enemigos externos que lo amenazaban, sino se derrumbó por causas internas, pues el enemigo no estaba fuera, en los críticos y los opositores, sino dentro del mismo sistema “científico”. Se desintegró sin que se dispare un tiro. En realidad, sus mismos auspiciadores lo echaron por los suelos a partir de la caída del muro de Berlín, al que siguieron la dictadura del proletariado, el dominio absoluto del Estado y otras lindezas. Setenta años de experimentos para aplicar la teoría socialista solo sirvieron para su descrédito y autodestrucción. Fue la negación de la negación.

Entre tanto, cuando los teóricos aseguraban que el capitalismo estaba en agonía, en los últimos días de vida e iba al fracaso, resultó todo lo contrario, ya que se había fortalecido, contaba con seguro de vida y seguiría viviendo.

Al socialismo no lo derribaron la crítica, los análisis de los políticos, los ataques de sus enemigos, etc. Lo eliminó la práctica, que fue la única que sirvió para saber si la teoría socialista tenía valor o no. La realidad superó a las teorías.

Pero, muerta la utópica ideología por la vida misma, no faltaron algunos teóricos que siguen confiando en las bondades idealistas y delicias del sistema socialista y, entonces, encontraron una esperanza de salvación que, sin embargo, para los náufragos, más a la corta que a la larga, resultó ser el lomo de una ballena y no la tierra firme de una isla promisoria en medio del mar.

En efecto, ilusos y descreídos consideraron que si bien el derrumbe del socialismo fue innegable, quedaba una esperanza. La salvación era la receta llamada del Socialismo del Siglo XXI, que podía ponerse en práctica en naciones de América Latina y algunas de Europa y Asia. Entonces, los ilusos consiguieron adeptos, pusieron en práctica un supuesto neomarxismo y se agarraron de uno de los resabios más confusos de la historia de esa corriente del pensamiento: la famosa Ideología Populista que, aparte de tratarse habitualmente de un adjetivo, un insulto, consiste en una corriente política que quiere hacer ver que el socialismo fracasado, basado en la destrucción del capitalismo por la revolución proletaria, debía construirse en otra forma y así ver si en esa forma podría tener éxito. Ese populismo que consiste en que partiendo de los sistemas colectivos de la antiquísima comunidad de diez mil años atrás, saltar directamente al socialismo, sobrepasando previamente la obligada etapa capitalista del determinismo histórico.

(1) Un destacado ideólogo y dirigente de la socialdemocracia rusa escribió y descalificó en forma definitiva al populismo con los siguientes términos: “El marxismo ha roto irremisiblemente con los desvaríos de los populistas y anarquistas, según los cuales, Rusia, por ejemplo, podría evitar el desarrollo capitalista, saltar del capitalismo o pasar por encima de él (…) sobre el terreno y en los límites de ese mismo capitalismo”. (Dos tácticas).

 
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