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[Luis Antezana]

Socialismo del Siglo XXI, monumental fracaso


Parte II

En Europa, un teórico político de la vieja escuela planteó hacia 1990 ese dogma que, no obstante su novedosa apariencia, ya había sido refutado por la práctica y la teoría. Ese teórico fue Dieterich Estefan, que inspiró a James Petras, Toni Negri, M. Hard y otros. Su seductora idea fue captada por intelectuales criollos de América Latina, como Marta Harneker, Eduardo Galeano y compañía que, a la vez, se aproximaron e inspiraron a ingenuos caudillos militares, indígenas, feministas, etc., como Hugo Chávez de Venezuela, despistados como Rafael Correa de Ecuador, utópicos como Lula de Brasil, inocentes como Cristina Kirchner de Argentina y analfabetos como Evo Morales de Bolivia y les inculcaron ideas en sentido de que la solución infalible era esa ideología del Siglo XXI y ya no la táctica clásica del golpe de Estado.

Esos revolucionarios aventureros se convirtieron en asesores de caudillos salidos del arroyo y éstos no tardaron en levantar la bandera populista del Socialismo del Siglo XXI que la enunciaron y pusieron en aplicación una vez que llegaron al gobierno, nada menos que a título de democracia para encubrir sus buenas intenciones.

En Bolivia, el principal auspiciador de ese populismo fue un terrorista y asaltante de caminos, condenado a galeras, de profundo origen de derecha, pero con careta de izquierda, que sedujo a Evo Morales con sus antecedentes de intelectual revolucionario, cuchicheándole al oído: “En el fondo el socialismo comunitario va a ser la comunidad agraria a nivel del país, urbano y rural y del mundo. Tenemos entonces la semilla del socialismo comunitario guardada (…) pero alimentaremos esa semilla que existe en Bolivia va a crecer un tronco poderoso, con frutos para el país y el mundo”.

Así, Bolivia se convirtió en el tubo de ensayo de esa novísima fórmula política y hasta una Asamblea Constituyente terminó por consagrarla en una Constitución (2009) que garantizaría al populismo su presencia eterna en el poder y una marcha incontenible hacia el socialismo Siglo XXI.

Pero, esa genial idea puesta en el fuego de la práctica no soportó la menor elevación de la temperatura, no sirvió para nada y resultó más vulnerable que el socialismo del Siglo XX porque, entre otros, no tomó en cuenta la producción y se limitó a gozar de los caudales producidos por la explotación tradicional de las materias primas y los altos precios que providencialmente empezaron a subir cuando tuvieron oportunidad de tomar el poder. Es más, en vez de saberlos utilizar para sus supuestos fines políticos, los despilfarraron en francachelas, prebendas, obras faraónicas costosas e improductivas, corrupción, derroches en festines sin tasa ni medida, hasta dar muerte a la gallina de los huevos de oro y darse a la fuga.

Ese socialismo condujo a dichos países a la miseria general, el hambre y el caos colectivos y la destrucción de todo lo progresado hasta entonces y, aún más, retrocedieron de la república (o la nación) al coloniaje y de la democracia al feudalismo (para querer retroceder al esclavismo y el comunitarismo que no conocía la rueda y el dinero). Daban vueltas como un perro tratando de morderse la cola.

Esos ideólogos nativos no dejaron de estar alentados por las viejas ideas del comunismo fracasado y que había sido sepultado por la teoría, pero, ante todo, condenadas a la frustración por la práctica. De todas maneras, en algunos satélites de la desaparecida Unión Soviética, esta vez se sacó de la tumba la ideología anarco-populista bajo el neologismo “vía no capitalista de desarrollo” con base en el argumento sobre que en los países precapitalistas se podía transitar al régimen socialista sin pasar antes por el capitalismo, con la ayuda de la clase obrera de los países “avanzados”.

Ese paso estaría garantizado por la victoriosa república rusa, agregándose que una de las formas para esa transición eran las “leyes del desarrollo social” y no “la exportación de la revolución” y que la vía no capitalista de desarrollo era posible solo gracias a la lucha de la clase obrera, teoría que tuvo algunos resultados, pero que, finalmente, desapareció junto con el súbito final de la Unión Soviética. Entonces el derrumbe del populismo y el Socialismo Siglo XXI estaba garantizado, como efectivamente sucedió desde la caída de Chávez hasta la de Evo Morales.

 
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