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[Ramiro H. Loza]

El corporativismo del MAS


Mucho se ha criticado a la “democracia pactada” por las pequeñas cuotas de los partidos del pasado en el Legislativo, configurando el llamado “cuoteo”. Al frente de esta especie de parcelación del poder, no dejan de existir hegemonías totalitarias como la conocida en el país de “dos tercios”, con más sombras que luces y del todo contrapuesta a la de democracia participativa. El MAS trazó su estrategia concentrando en el Legislativo los llamados “movimientos sociales”, mediante cuotas aún más ínfimas, difuminadas entre los movimientos originarios campesinos por regiones y aun por comunidades, aunque con notorio predominio aimara. Muy después se cooptó a algunos sectores proletarios. Esto significa que el MAS incurrió también en “cuoteo” o parcelación legislativa.

En doctrina política este sistema se denomina corporativismo. Su representante moderno --si cabe el término—ha sido el fascismo de Benito Mussolini (no confundir con cooperativismo), inspirado en la organización social corporativa de la Edad Media. Ésta se componía de tres estamentos principales: los nobles, el clero y los gremios artesanales en sus diferentes especialidades. La aparición de la industria se encontraba aún lejana.

La realidad social más compleja del Siglo XXI determinó que el corporativismo europeo moderno evolucione hacia una organización integral o “funcional”. Es así que el Legislativo incluyó tanto a los sindicatos, cuanto a la presencia del resto de estamentos sociales. Tenían, pues, presencia legislativa los organismos profesionales, universitarios, los sectores culturales, los empresarios, etc., conformando un parlamento funcional. Siguiendo lo enunciado, el gobierno masista de movimientos sociales, se identificaba como corporativista, habiendo sido corporativo el sistema fascista, en estricta lógica el MAS es también fascista. No obstante se trata de un corporativismo incompleto y discriminatorio por haberse limitado a los sectores sociales, excluyendo al resto de la sociedad. Sin duda, negará en mil y un formas su carácter corporativo fascista, pero su esencia siempre será tal, mientras sea como es.

Con pretensión fulminante tilda de “fascistas” a todos sus oponentes políticos. Es parte de su arsenal discursivo aprendido de las tendencias populistas en general y. consiguientemente, prefiere la comodidad de utilizarla denominación como insulto, sin un previo mea culpa. El partido en cuestión no repara o, pretenden ignorar, que el fascismo es una ideología como las demás de su género y no debe hurtarse su previo conocimiento. Quepa aclarar que si hay derechas “fascistas” también las hay de izquierda y populistas. A su vez, los gobiernos autoritarios, represores y despóticos son enrostrados con este apelativo, plano sin escapatoria posible para el partido de Evo Morales.

loza_hernan1939@hotmail.com

 
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