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II

La sociedad vacía tras el humanismo perdido

Mariano Sierra

En una sociedad vacía se hace difícil entender el sentido humano. Ante el poder económico se doblan todos los poderes. El poder económico corrompe todo el tejido social de manera incontrolable, se descubre las pasiones como afrenta a la dignidad. Este acontecer es propio para provocar crisis, que sin embargo permite buscar alternativas de transformación haciendo juicios y denuncias.

Reflexionar los juicios es un compromiso, es una acción social que libera para crear procesos dentro de un combate de pensamientos libres y de gestión espiritual contra hechos que a diario se desplazan contra el común necesitado. El mundo de la sociedad vacía no es invisible, es real, que implica la presencia humana para que esa presencia sea la voz de los que claman justicia.

Cambiar la sociedad vacía es mirar la vida con responsabilidad, con identidad social, con dimensión cósmica. La sociedad vacía que se presenta es un mensaje para unir compromisos con la mediación espiritual y política, con la palabra que representa la verdad. La sociedad vacía no es solo un componente material, es la suma de personas con historia, con realidad, donde no se puede claudicar ante los injustos sociales. El compromiso ante la sociedad vacía es eliminar todas las restas que quieren borrar las sumas de la vida suprema.

Por ello no podemos ser simples observadores de unos hechos sociales, políticos, espirituales, culturales y económicos que coartan libertades, que coartan esperanzas que cuestionan la prepotencia de una diversidad de poderes que hunden sus raíces en gobernanzas sin sentir social. A la sociedad del vacío nos ha llevado la indiferencia, la filosofía de la globalización, el cuestionamiento religioso y el adoctrinante sistema capitalista.

En la sociedad del vacío, de la nada, todo lo ilegal parece correcto o mejor no existen normas para los actos por fuera de la ley o estas normas se controla según a quienes se quiere favorecer. En esta sociedad, decíamos que no hay moral o es decadente y lo ético es un sinsentido, como decir también que la fe carece de obras, por lo tanto, el nuevo testamento es simbólico, perdiendo su esencia. Ese evangelio de la vida es un apocalipsis, es una esperanza liberadora.

En la sociedad del vacío, el hombre vaga en soledad perpetua sujeto a los amos del poder, no hay libertad, sino servidumbre. No obstante, hay que entender que solo la sociedad es la única llamada a controlar y resolver la problemática social generada por el imperio que gobierna. Los actos humanos reflejan lo que hay en el interior del hombre, lo que emana de los sentimientos y de la conciencia.

Se busca la perfección de los demás, mas no miramos nuestros yerros. Esto nos lleva a decir que nuestra sociedad está enferma, le falta humanismo, haciéndonos evasivos para pensar, para reflexionar, para opinar. Somos expertos críticos en voz baja, sin adquirir compromisos, esquivando responsabilidades. No es pesimismo, es fuerza que llama para desencadenar la desesperanza con el coraje que proporciona la desesperanza.

La sociedad vacía contradice el sentir de lo que debe ser, una sociedad para el bien social. La sociedad es acción, es transformación, es liberación, es esperanza generadora de justicia y solidaridad, nunca de enfrentamientos, aunque sí de confrontaciones respetuosas con quienes no piensen distinto. En una sociedad vacía hay miseria, hay injusticia, no hay democracia así proliferen muchas leyes, procesos constitucionales, disposiciones institucionales. Una sociedad implica orden y gobierno comunitario, no un gazapo. Se requiere crear un humanismo lejos de las estructuras caducas y las conductas cínicas que impiden dinamizar el mundo social.

La sociedad vacía por donde la miremos es una confusión. Muchas cosas o todas vagan sin rumbo. Es aquí donde ese caos social y político necesita disentir para que toda directriz tome nuevos caminos, donde manipulación, democracia, corrupción política social, creencias y pensamientos sociales no se confundan. La sociedad vacía es producto del abandono de todos, es el clímax de lo que acontece, donde la corrupción es el imperio que realza el poder de la impunidad, para que todo acto de violencia se disuelva en medio de la actuación compleja y viciada fundiendo la imposibilidad de desarrollo que la vieja sociedad ha negado.

Ante la magnitud de las relaciones de poder, urge una catarsis socio política que ponga freno a todo proceso que sobrevive con base en las relaciones personales, con base en todo tipo de dadivas como modus operandi de un capitalismo más que salvaje, destructor, pues no avizora ninguna esencia social, pues lo que toca, el sistema lo corroe llegando hasta lo más profundo del alma humana.

El mundo se torna ajeno para la mayoría y propio para quienes sin escrúpulos quieren dominar. Al decir de la filosofía, el mundo somos nosotros, pero lo vemos reducido para habitarlo e inmenso para transformarlo. Cada día es más esencial el humanismo para comprender sin egoísmos, con la dulzura que marca el camino de la convivencia. Cada día llega a nosotros el hombre rebelde que nos invita a ser nosotros para desalojar del vacío los vicios que otros nos han proveído. Esos otros no pueden ganar la guerra. Ese yo que se rebela a todo lo inútil tiene la resistencia para rechazar la individualidad y toda ideología que pregone sumisión que quiera instaurar desequilibrio.

El hombre rebelde es un principio vitalista del ser que lucha con espiritualidad firme contra lo que le impide pensar, contra la globalización perversa integral, contra la religión dogmática, contra los sistemas sociales que adoctrinan con saña. Hoy el mundo es cual el Cristo roto que clama potente para indicarnos una vez más el camino esperanzador del amor social. El Cristo roto es el mensaje rebelde, mensaje de protesta en un mundo vacío carente de valor humano, de espíritu, de movilidad, de voz de amor comunitario sin ninguna exclusión.

El Cristo roto producto de la comercialización vacía, en una compraventa globalizada desbordante de consumismo. El Cristo roto lo está, como nuestra sociedad, vacía, que requiere una restauración profunda del interior humano.

marsblawyer@gmail.com

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