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[Severo Cruz]

Por una Bolivia mejor


Hace 38 años nuestros mayores lograron recuperar el sistema democrático. Hasta entonces éste fue permanente y sistemáticamente zarandeado por las fuerzas retrógradas. Quienes disentían con ellas y sus despropósitos eran echados al exilio, al destierro o a las mazmorras, por montones. Esa fue la práctica cotidiana de la imposición, de la arbitrariedad y de la intolerancia.

Hace más o menos diez meses la juventud boliviana echó del Poder a quienes creían ser dueños del país. A quienes pretendían perpetuarse en el gobierno, emulando a funestos dictadores de la región y del mundo. La arremetida contra el autoritarismo hizo que huyeran sus cabecillas. Durante mucho tiempo hicieron lo que quisieron. Coparon todos los poderes del Estado, para imponer sus designios extremistas. Aún muchos de éstos asumen decisiones, en conformidad con las instrucciones que reciben, desde Buenos Aires, del protegido de los Fernández. Para ello se han “atrincherado”, debidamente. Pero la historia destacará las acciones positivas y desechará las negativas. Así fueron lanzados al tacho del basurero los gobernantes más ignominiosos, que, con sus desvaríos, hicieron crujir al pueblo boliviano. Mencionarlos no vale la pena.

La prensa independiente, como otras instituciones, fue tremendamente acosada, durante los últimos 14 años, por quienes pretendían encubrir sus atrocidades. En ese propósito le cortaron, inclusive, la publicidad, a fin de sofocarla económicamente. Por consiguiente ella no tiene obligación material ni moral para hablar a favor de sus verdugos. Estamos seguros que se conducirá por el sendero de la verdad. Es que sólo la “verdad nos hará libres”, tal como reitera el dicho bíblico.

Más de siete millones de bolivianos elegirán a los nuevos dignatarios de Estado, quienes sucederán al gobierno constitucional que preside Jeanine Áñez Chávez. Lo harán en plena pandemia del Covid-19 y en medio de una crisis económica espantosa, heredada del régimen depuesto. Cumplirán con el deber cívico, porque su decisión redundará, por la continuidad democrática en Bolivia.

Pero, previamente, deberían reflexionar sobre el pasado inmediato. En las horas de angustia que ha vivido Bolivia por el bloqueo de caminos en el pasado agosto. En las cuantiosas pérdidas económicas que reportó, por causa de este conflicto, la actividad estatal y privada. En los fallecidos por falta de oxígeno medicinal, en los diferentes nosocomios del país. En la destrucción de las carreteras y del ornato público. En el odio racial que se propuso destruir éste jirón patrio.

Todo ello fue protagonizado por quienes intentaron retomar el Poder, a fin tapar las incongruencias de un régimen autoritario que sembró odio, terror y revancha. Ahí están quienes despreciaron la vida, salud y bienestar, con el afán de reivindicar sus oscuros propósitos, en las urnas electorales. Ahí están las cicatrices abiertas por la barbarie, que no han cerrado. Ahí están los problemas sociales que no han sido solucionados, pese a los altos precios que alcanzaron las materias primas hace 14 años. Pero el despilfarro pudo más, vaciando las arcas del Estado. Pruebas al respecto abundan.

En suma: ha llegado el momento para decidir, con nuestro voto, el país que queremos construir, ¡una Bolivia mejor!

 
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