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[Manfredo Kempff]

Goebbels, un diablo seductor


Joseph Goebbels, ese diablo del nazismo, ese cerebro retorcido y perverso, malo pero brillante, tenía un punto débil que pocos conocían en el Reich alemán, aunque avanzada la guerra mundial, empezó a saberse. Era su pasión por las mujeres. En una nación en pie de guerra o en plena hecatombe, Goebbels no dejaba de perseguir a las damas, pero no solo se trataba de sexo, sino que tenía unos enamoramientos que llegaron a preocupar al propio Hitler, quien en una oportunidad tuvo que intervenir alarmado.

Sus biógrafos (Riess, Reymann), algunos jerarcas nazis que lo odiaban, y la propia Lida Baarova, por quien estuvo dispuesto a dejarlo todo, no han ahorrado palabras para describir la infinita perturbación que este hombre sentía por el sexo opuesto, al extremo que su secretario de Estado, Karl Hanke, que tenía acceso directo hasta a su correspondencia privada, contabilizó a 36 actrices de cine y teatro que fueron sus amantes, con el comedimiento de entregarle el listado a su esposa. En esta frondosa lista no figuraban sus secretarias, que al parecer abundaron.

¿Qué sucedió con este maestro de la mentira y genio de la propaganda? ¿Por qué en un ámbito casi asexual como el de los líderes nazis apareció este diablillo enamoradizo? Porque Goebbels era un Lucifer mimetizado en un gnomo cojitranco de apariencia enfermiza, lo más distante a un seductor. Hitler, por ejemplo, evitó hacer conocer sus pocos amores, y a Eva Braun se la conoció cuando se suicidó junto a él en el bunker. Goering, Himmler, Ribbentrop, Bormann, si tuvieron alguna aventura, serían muy discretos.

Sin embargo, Goebbels siempre fue un insaciable amante. Desde los comienzos del nazismo, lejos de ser el ministro temido, ya se conocían sus andanzas románticas. Al parecer su esposa Magda se enteraba, pero no le preocupaba demasiado. Tenía que haberlo sabido porque no había aspirante a actriz o una bailarina de moda que no pasara por su lecho para luego ser dejada sin más. Lo curioso, lo que llama la atención de sus biógrafos, es que, pese a su fealdad, fueron varias las mujeres que se enamoraron de él. Quiere decir que no solo era el temor de las jóvenes ante su poder, ni el dinero que pudiera ofrecer, ni el deseo de figuración junto al poderoso, sino un halo diabólico que las atraía, aunque él las tomara para dejarlas al poco tiempo.

Hasta que apareció la checoslovaca Lida Baarova, rutilante y bella actriz del cine alemán, pareja del popular actor Gustav Fröhlich, con quien planeaba casarse. La Baarova no era una artista novata, no aspiraba a conseguir algún papel importante en las pantallas de la Alemania nazi; ya había triunfado ampliamente, era aplaudida en todas partes, gozaba de una residencia en el lugar más elegante de Berlín, y un intenso amor por un hombre guapo. Sin embargo, el diablo mujeriego, ese artista de la divulgación interesada y artificial, la observó, la sedujo, la enamoró como jamás lo había estado en su vida, y desató una tormentosa historia erótica, porque él, el seductor, perdió toda razón por esta jovencita de 22 años, nacida en Praga.

Goebbels quiso divorciarse de su esposa Magda, con la que tenía seis hijos, en 1938. Y por supuesto que Lida Baarova también rompió su compromiso con Fröhlich. Pero el escándalo fue tan grande que la familia Goebbels se hundió en una tormenta terrible, cuando la propia Magda se convirtió en amante de Karl Hanke, aquel colaborador de su marido, ese que le había pasado la lista de sus 36 queridas.

Tuvo que intervenir el propio Hitler en una borrascosa reunión entre ambos, cuando Goebbels le rogó que lo liberara del Ministerio de Propaganda y le nombrara embajador en Tokio, para irse con su amada. Su pasión era tan desmedida que quiso abandonar a su idolatrado jefe. Hitler se enfureció, lo amenazó, y lo doblegó. Le prohibió ver a la Baarova y a ella no le quedo más alternativa que retirarse de la escena y retornar a su patria.

Goebbels se suicidó junto con su esposa en el bunker de Hitler en Berlín, luego de asesinar a sus seis hijos, poco antes que entraran los rusos, en 1945. La Baarova continuó con su carrera artística luego de haber sido procesada por colaboracionista. La diva vivió hasta los 85 años y nunca dejó de recordarlo emocionada.

 
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