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Nosotras

Bolivianas que han vencido barreras



Saavedra Ordóñez, Catalina Seleme, Paola Velasco, Lidia Huaylla y Gina Reque Terán.
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En un masivo encuentro de mujeres, la ministra consejera de la Embajada de los Estados Unidos, Marianne Scott, afirmó que se necesitaba más que un día para celebrar por nuestros éxitos, al referirse al Día Internacional de la Mujer.

Por eso hoy, que estamos todavía en el mes dedicado a nosotras, destacamos historias de vida de bolivianas que han vencido barreras, con valentía y liderazgo, en tareas que en otras épocas estaban reservadas únicamente para los varones.

PAOLA VELASCO PINEDO

La primera mujer piloto comandante en Bolivia, una de las más jóvenes de Latinoamérica, nos habla sobre cómo llegó a este puesto.

Yo empecé con la pasión en este rubro a mis 9 años, la primera vez que me subí a un avión, viajaba a Estados Unidos con mi mamá. Hicimos escala en Lima y luego en Miami, para ir a Nueva York.

Desde que entré en el Aeropuerto quedé maravillada con este mundo. Para mí, es un mundo aparte del normal (sonrisas), decidí ahí que iba a ser piloto. Era poco creíble en ese entonces. Era como decir algo imposible, como ser astronauta, o como algo que no se podría lograr.

Fue pasando el tiempo, hasta que llegó la hora de estudiar algo y cuando mis padres vieron que era en serio, tuve su apoyo incondicional.

Empecé a estudiar en una escuela privada en Santa Cruz, El Trompillo, ahí mis papás me pidieron que comience con el curso de piloto privado, para ver si era realmente lo que me gustaba. Si rendía podía continuar, pero, obviamente, me explicaron los pros y los contras, además de las consecuencias de ser mujer en este rubro.

Terminé el privado en tres meses, a los 10 meses ya estaba lista para aplicar en una aerolínea y, en enero del siguiente año, apliqué en Aerosur. A mis 17 años ya estaba entrenando para volar como Ingeniero de Vuelo. Mi primer contrato fue una semana después de cumplir mis 18 años, y estuve cinco años allí, donde crecí mucho. Lamentablemente, esta empresa quebró y a los pocos meses, me contrataron en BOA, porque tenía la experiencia en el tipo de avión que operaban en esa areolínea.

Mi carrera ha sido excepcionalmente acelerada. Soy muy agradecida por esto, y siempre menciono que es un ejemplo de que sí se puede, a pesar de los perjuicios, de todas las piedras en el camino. Mientras fui creciendo me di cuenta de esta posibilidad de que yo fuera la primera comandante en Bolivia y, bueno, lo logré.

CATALINA SELEME

Con solo 16 años, es reconocida como una de las mejores arqueras de fútbol femenino de Bolivia. Sobre esta actividad manifestó:

El deporte ha sido lo más importante en mi vida, desde pequeña me gustaba moverme, saltar, bailar, hasta que mis papás me metieron a todo tipo de deportes, empecé volibol, básquet, incluso arco y flecha, hasta llegar al Conservatorio Nacional.

Finalmente, encontré mi verdadera pasión, el fútbol, muy extraño, porque ser arquera es una posición extraña para escoger. Normalmente, todas quieren ser las que meten gol, pero en mi perspectiva yo quería ser quien logre salvar esa posición, quien defienda a todo el equipo, el último punto al cual uno tiene que recurrir, esa sería yo. Eso me gustaba.

Ese sentimiento de volar, sentirme útil, agarrar la pelota y todos esos detalles era lo que me llamó la atención y terminé en esa posición.

Empecé siendo arquera por un intercambio con uno de mis mejores amigos, a mis 6 años. Era “tú juegas media hora barbies y yo juego media hora contigo fútbol”. Así empezamos, él jugaba conmigo a las muñecas y luego yo tenía que pararme enfrente de mi puerta principal, para tapar todos los pelotazos que él tenía para mí. Poco a poco en el colegio empecé a jugar, mis profesores vieron mi talento.

Luego, llegué a nuevas escuelas, como la de Súper Poderosas, que fue una de las que más me impulsó y me llevó a grandes logros, como becas en Barcelona, también llegué a jugar para FC Barcelona Club, en Estados Unidos, hasta llegar a las Olimpiadas “Buenos Aires 2018”. En el Panamericano de Futsal conseguimos el cuarto lugar, después de una lucha de más de seis partidos, con Portugal, Japón, España y cuarto Bolivia.

Eso sí, el deporte femenino no es muy apoyado, por ejemplo en las Olimpiadas no teníamos uniformes. Nos dieron los uniformes antiguos de la selección boliviana de los varones, y así fuimos descalificadas en el campeonato, porque nuestros uniformes eran con sponsors, y en un campeonato olímpico no están permitidos los sponsors.

Entonces, tuvimos que comprar nuestras poleras.

En sí, el fútbol ha sido para mí superar muchos retos, primero, porque soy baja de estatura, para el promedio de hombres que tienen 1.80, 1.90 de estatura para el arco. Yo mido 1.58, así que es complicado llegar a los palos, al travesaño, pero me ha ayudado el baile, porque pertenezco a la compañía de danza Capeccio.

Así que la agilidad, la elasticidad, me ha ayudado mucho en este deporte, para poco a poco ir superándome a mí misma a fin de llegar al travesaño, que sería lo más difícil para mí. Actualmente, soy parte del Club Bolívar, de la primera selección femenina. Ahora, todos los equipos necesitan tener un equipo femenino, para ser incluidos en campeonatos como sudamericanos y otros de nivel internacional.

Así que todos los equipos empezaron a tomar la iniciativa, y poco a poco por eso estamos creciendo.

LIDIA HUAYLLAS, INDÍGENA QUE VIVE EN LA CIUDAD DE EL ALTO

“Después de ver innumerables hombres en la cima de la montaña decidí que también podía llegar a la cima vestida con una pollera y con el aguayo sobre los hombros”, nos dijo

Siempre fui cocinera de alta montaña. Empecé a cocinar para los turistas a mis 35 años, y tenía esa pasión por la montaña, claro, yo iba hasta 5.200 m. de altitud, pero tenía la curiosidad de conocer cómo era la montaña, porque veía retornar a los turistas, a los guías muy sonrientes, muy felices.

Un día del año 2015, junto a mis compañeras nos animamos a subir para experimentar qué se sentía estar a tanta altura. Éramos 11 cholitas y fuimos al Huayna Potosí, bueno, lo hicimos con mucho orgullo.

Al principio era un hobby, pero después se ha convertido en un proyecto. No tenemos un equipo, porque es muy costoso, nosotras hemos hecho un esfuerzo y cada una hemos tenido que alquilar un equipo para ascender al Huayna Potosí. Luego de esa experiencia ya no queríamos dejar de subir montañas.

Después, nos hemos propuesto ir a otra montaña, que es el Acotango, a 6.070 m. de altitud. Allí ya no fuimos 11 cholitas, ya éramos 16 y nos ha gustado mucho la montaña para poder escalar.

Ahora estamos ya en nuestra séptima montaña, el Aconcagua. No ha sido muy fácil para escalar, porque en Bolivia nos preparábamos por lo menos cuatro días, pero esta última montaña nos ha tomado como 20 días. Lo hemos logrado, pero allá había sido otra aclimatación, había sido muy seca la montaña. Entonces teníamos que hidratarnos, subir a una montaña y volver a bajar, subir a otra montaña y volver a bajar. Cuando ya estábamos para hacer el ascenso, dormimos dos días a 6.000 a nivel del mar, esa fue la montaña más difícil para escalar. Teníamos unos paisajes hermosos. Junto a mis compañeras decimos que querer es poder.

Mi primer ascenso a cumbre lo hice a mis 50 años. No es difícil, no hay quien lo impida, ni los años. La primera vez que subimos al Huayna Potosí, había un avión que estaba volando y parecía más bajo que nosotras, pues estábamos más arriba, y nos sentíamos muy felices de ver el avión debajo de nosotras (sonríe).

GINA REQUE TERÁN, GENERAL DE BRIGADA

Ella estuvo al mando de la parada militar por el aniversario de las FFAA. Sobre su trayectoria nos comentó:

Vengo de una familia militar, mi abuelo fue a la Guerra del Chaco, mi padre, mi hermano, también militares. Desde niña escuchaba historias de mi papá y de lo que hizo mi abuelo, y como mi hermano ya estaba encaminado en la carrera, era una ilusión para mí ser militar, y seguir los pasos de mi padre. En esa época no era muy fácil, no había la posibilidad de que una mujer sea militar, menos de Bolivia.

Mi padre estaba exiliado en la Argentina y nosotros estábamos allá, tampoco había mujeres, entonces casi lo di por hecho que no iba a poder ser militar para servir a mi país, porque podía irme a cualquier otro país, donde había mujeres militares, pero yo quería ser militar de Bolivia.

Fue una casualidad escuchar la noticia de que se iba abrir el Colegio Militar para mujeres, nadie más en la casa lo escuchó, entonces nadie me creyó. Decidí averiguar mediante la Embajada. En realidad, nunca le dije a mi padre, porque sabía que me iba a decir no, era algo lógico. Sin embargo, mis padres siempre han incentivado en la familia que seamos profesionales y que elijamos lo que queríamos ser, que ellos no iban a impedirlo.

Mi padre vino a solucionar los problemas que tenía por su exilio, porque hubo amnistía, y llegó con la noticia de que podía postular al Colegio Militar. En una semana ya estaba aquí, entrando a esa institución para hacer realidad mi sueño.

Es así que yo entré al Colegio Militar, a pesar de que mi padre no estaba de acuerdo, porque él pensaba que era un proyecto que iba a fracasar en el Ejército. Sin embargo, con el transcurso del tiempo él fue viendo que mi vocación era ser militar. Entonces, con mucho disimulo, fue aceptando mi profesión.

 
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