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[Hernán Zeballos]

Lectura fascinante


Prosiguiendo en la búsqueda de una lectura que me distraiga por el encierro forzoso al que estamos sometidos para no caer en las garras de este temible enemigo, el Covid 19, tuve la grata sorpresa de encontrar un libro cuyo título es: “Los Caines y Abeles del Drama Humano”, Impreso en Talleres Gráficos Kipus Ltda., 1a. edición 2019 y además escrito por mi compañero de estudios en la Facultad de Agronomía de la UMSS en Cochabamba, Erick Rolón Anaya.

En la presentación del autor se evidencia la brillante carrera que ha tenido mi compañero de estudios, en el área de las ciencias agrícolas, además habiendo llegado a la alta función de Decano de la Facultad de Agronomía y Vicerrector de la UMSS. Una fase de su carrera explica el texto que comentaré en esta oportunidad: fue Catedrático titular de Genética y también enseñó Biología, Ecología, Biometría y Estadística en la Facultad de Ciencias Agrícolas y Pecuarias en la Facultad “Martín Cárdenas”.

En el prólogo escrito por Edwin Tapia Frontanilla hay una explicación precisa sobre esta obra: “como muy pocos libros, éste es uno en el que cada lector encontrará algo de su preferencia, hay ciencia planteada con profundidad, novela subyugante e historia formadora de un pensamiento correcto, hay mucho, quizá todo lo que desea saber la gente, en este libro que eleva, en términos sorprendentes, el nivel del pensamiento cochabambino”.

En el inicio de la obra su autor propone como marco global del libro el siguiente paradigma: “toda conducta o acción humana está sujeta a un previo cálculo costo beneficio de sobrevivencia, y expectativas de reciprocidad, que todos esperamos de parte de la sociedad”.

Frente a esa propuesta, con un conocimiento enciclopédico en primer lugar, elabora el proceso de evolución del hombre, que sintetiza de la siguiente manera: “El ser humano frente a la Naturaleza y en el proceso complejo de su adaptación, fue primero recolector, luego cazador carroñero. Para sobrevivir adoptó dos estrategias: La del pastor Abel, trashumante, versus la del agricultor Caín, sedentario. Cuyas cosmovisiones y conductas generaron el drama humano. Fue traumático el tránsito de una vida nómada, trashumante (la de los Abeles pastores), hacia la adopción de una vida sedentaria, (la de los Caines agricultores).

Pero esa síntesis de los Abeles y Caines tuvo un extenso recorrido, cuando “el universo nació hace 15 millones de años. El hombre inicia su aventura evolutiva como mamífero superior hace cinco o seis mil millones de años. Su morfología actual data de tan sólo 100 mil años. El primer primate Purgatorius, antepasado común de simios y lemúridos, era tan solo una rata vivaz, dejó restos en el monte Purgatorio, 65 millones ha… Luego apareció el “Aegiptophytecus” apenas del tamaño de un gato. Este fue el antepasado común de todos los homínidos, como el Proconsul que vivió entre los 15 y 25 millones de años y es cuando pierde la cola, como revelan los restos fósiles del “Keniaphytecus”.

Uno simplemente queda asombrado ante estas cifras, ya que si consideramos a la población boliviana, un total de 11 millones de habitantes, no alcanzaríamos a una sola de las etapas de esos extraordinarios periodos de tiempo que hacen a la evolución de la vida en el proceso de nacimiento del Universo y el proceso de aparición y desarrollo de los seres humanos.

Pero hay un dato adicional importante, “en principio el crecimiento poblacional acontece lentamente, con tiempos de duplicación largos, pero con una tendencia peligrosamente exponencial. Hoy el ser humano se reproduce con un ritmo cercano al máximo permisible. Cada segundo nacen dos nuevas criaturas. ¿Será esta velocidad sustentable planetariamente?... A nadie le importa.

Pero yo, como Hernán Zeballos, me pregunto ¿no será el Covid 19 una plaga que envía la Naturaleza para lograr un equilibrio de la población humana frente al resto de los ecosistemas?

Suficiente por hoy, seguiré con este comentario la próxima semana.

 
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